domingo, 3 de julio de 2011

HERMES VITANOVA, ESCRITOR -Cuento de Pablo Bernal-



"aunque en realidad no aparenta ninguna/
edad de hombre y puede ser tan viejo/
como el mundo"
Haroldo Conti


     Toma un sobre que está junto al espejo de la sala, se mira entre los brillos y las sombras, reflejado a través de la penumbra y piensa que, a simple vista, nadie sospecharía que él es tan viejo como el mundo.
     No aparenta más de treinta años. Es apuesto y ágil. Su rostro es juvenil y definido. Lee un nombre en el sobre. “Es para ella -dice en voz muy baja-”. Camina por la sala hasta el pasillo y luego entra en el primer cuarto que da hacia la calle. Deja el sobre en la mesa de luz. Sonríe, piensa en lo difícil que es abandonar los viejos hábitos. Mira a la mujer tendida sobre la cama, piensa que ella también aparenta menos años.
      La mujer no se llama Maya, ni Maia. Se llama Elvira, y duerme sin prevenciones. Parado ahora bajo el marco de la puerta, la observa en silencio por unos instantes. La luna entra por la ventana e imprime en la habitación una suerte de misterio que a él lo reconforta. Sobre la cama, junto a los pies de Elvira, hay una guitarra que él ha dejado allí, a manera de amuleto protector, para que la acompañe a través del sueño. Antes, ha tocado para ella una música griega, hasta que sus párpados han cedido, vencida por los lentos acordes. De pronto, recuerda algo que decía un viejo relojero de Palermo; “a la realidad le gustan las simetrías”, dice susurrando, mientras una sonrisa tenue se le dibuja por unos segundos sobre el lado izquierdo de la cara.
      Esta noche es tranquila pero en noches de tormenta, él teme los rayos de la Ira. Hay un gesto ahora que ha cambiado su semblante, repentinamente, mientras se interna, a oscuras, hasta el final del pasillo, hacia otra habitación donde una luz mortecina escapa por la puerta entreabierta. “¡Despojarme de mis dones! -murmura con fastidio. Respira hondo, exhala.- Creíste que así me castigabas pero el tiro te salió por la culata. No hiciste otra cosa que librarme de mi obligación gratuita. Cada vez que lo pienso siento menos culpa, o lo que sea esta nostalgia que me muerde como un rencor”.
      La casa es grande; bañada por esta luna de cenizas, da el aspecto de una caverna abandonada donde poco podría gestarse ni mucho menos nacer. La medianoche ha quedado atrás y el hombre que, hace unos instantes reclamaba a la divinidad por atributos perdidos, desanda la oscuridad del túnel hasta internarse en la última habitación que remata el pasillo, acaso, siguiendo mecánicamente la luz de un velador que ilumina una vieja Remington y que escapa por la puerta entreabierta.
      Se sienta ante la máquina y escribe algunas líneas. Luego se detiene, con la punta de los dedos se lleva a la boca una cadenita de oro que pende de su cuello. “Llevarme esta cadena a la boca -dice- como si por ello fueran a visitarme las musas”. Así no es -dice- ni tampoco de esta manera, y arranca la página con vehemencia. Balbucea un enunciado casi inaudible sobre lo eterno y el valor de la primera palabra. De repente, en un gesto enajenado se incorpora y camina hasta quedar justo debajo de una antigua lámpara de bronce de seis brazos que cuelga del techo, piensa en Aracne, levanta la cabeza y le vierte una miradita de conmiseración. El velador de la mesa alumbra tenuemente el cuarto que por estas horas cobra un aspecto fantasmal. Regresa al escritorio, se sienta, coloca una hoja nueva y, habla como si conversara de veras con la imagen que le devuelve el vidrio de la ventana: “Lo esencial es la primera palabra, la primera oración, como si no importara nada más. Una suerte de conceptismo donde todo forma parte de una misma idea”.
      Mira un largo rato con la vista perdida en el papel; escribe un par de frases, las observa con minuciosa severidad. Quita otra vez la hoja y la arruga entre las manos. En un automatismo coloca una nueva. “Esta historia viene con las patas para adelante -dice, parado ahora en medio de la habitación-.” Y a continuación como una ráfaga de ametralladora, da una carcajada profunda y hueca. “No, si esto es lo que faltaba -dice entre risas- el dios de la elocuencia y la retórica tiene fobia a la página en blanco. Lo que yo necesito es un trago, para desinhibirme nomás”. Se dirige hacia el bargueño de la sala principal, descorcha un cabernet del ´73 y sirve hasta el borde un copón de catar. Empuja el recipiente hacia los labios pero en el último segundo se  arrepiente y su mano, durante un breve instante, se detiene en el aire, acaso, en el tiempo: “A la salud de Nysa -dice-, y bebe hasta terminar”.
      Se sirve de nuevo y, con la copa en la mano, regresa al escritorio, se sienta una vez más frente a la máquina y escribe con vigor. De repente se detiene, se respalda en la silla  para aumentar la panorámica, observa la frase con atención y, aunque agita en el aire, nervioso, los dedos sobre el teclado, esta vez no arranca la página. En la hoja se lee: Toma un sobre que está junto al espejo de la sala, se mira entre los brillos y las sombras, reflejado a través de la penumbra y piensa que, a simple vista, nadie sospecharía que, él es tan viejo como el mundo.


Pablo Bernal nació en San Juan el 20 de Junio de 1973. Es poeta y cuentista. Ejerció el periodismo cultural -entre 2002 y 2004- desde el Programa “LA POE, Agenda y Revista de Arte, Cultura y Espectáculos, tanto en Radio como a través de una edición digital homónima; en la actualidad publica semanalmente la edición digital de LA POE en formato de blog. Participó como coordinador e integrante en la Antología Poética Nosotros Mismos. Impulsa varios proyectos literarios, de fomento, difusión y creación, entre ellos esta antología, además de ediciones tradicionales en papel y digital.  Entre los cuentos seleccionados presenta “Álbum de Olvidos”,  Premio del Concurso “Encantadores de la Memoria” organizado por la Universidad Nacional de San Juan, con motivo de la celebración de su 30° aniversario. Este, al igual que el resto de los textos de su autoría compilados, pertenecen a un volumen, todavía inédito, de cuentos y micro ficciones, a priori titulado “Los hechos”.


3 comentarios:

  1. "En la hoja se lee: Toma un sobre que está junto al espejo de la sala, se mira entre los brillos y las sombras, reflejado a través de la penumbra y piensa que, a simple vista, nadie sospecharía que, él es tan viejo como el mundo."

    SIMPLEMENTE, GENIAL.
    ME FASCINÓ EL CUENTO

    Una consulta: al ser todavía un cuento inédito ¿se puede publicar en los blogs o páginas de internet de literatura destinadas a las escuelas medias?
    Muy interesante para trabajar en el aula

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  2. Hola Silvana. Sí, se puede publicar y/o difundir citando a la fuente y a su autor.
    Gracias por tu lectura.

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  3. Qué fresca manera para explicar la frustración, fascinante "brillo circular", me inquieta, mismo devenir de dudas que tengo.

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