sábado, 14 de mayo de 2011

NÚMEROS -Cuento de Delia Beatriz González-


Ya sé, ya sé, ya me lo dijiste que se murió y todo eso. Pero lo que yo quiero que me digás es cuándo va a venir, con días decime. Cuántos días faltan para que él vuelva. Y que me digás a dónde se fue, a qué lugar. No me vengás a decir que al cielo, ni con la Nona, porque es mentira. No hay lugar, ni casas, ni sillas, ni ropa, ni pipas, ni mesa donde comer, ni nada en el cielo como para que ellos estén ahí. Uno podría verlos desde acá o desde la escalera o del departamento de la tía que está muy alto y yo me subí a la terraza para ver. Como dos horas estuve mirando y mirando y no había ni una nube, todo clarito estaba pero la Nona no apareció ni él tampoco. Así que son puras mentiras eso que me estás diciendo. Yo me doy cuenta que algo pasa, que se fueron no sé a dónde, pero se rajaron y sin darme un beso o decirme chau nene, portate bien que después nos vemos. Porque siempre volvía el papi, no como ahora. Siempre venía del trabajo, todo cansado, a sentarse en el sillón donde me contaba cosas. Por ejemplo del nene ese que pensaba y soñaba mirando por la ventana y se le aparecía una luna toda redonda y blanca y después empezaban a bajar los enanos como el que pasa vendiendo las achuras para el gato y que a mí me parece un nene pero cuando se da vuelta, no es. Los enanos tienen barba larga y manos grandes. Como mi papá. Así van a ser las mías, así de gigantes y entonces yo lo voy a saludar como los hombres, ¿Cómo le va Señor, qué dice, y la familia? Igualito que él. Y me voy a poner a fumar en su pipa, echando humo por la nariz con ese olor tan rico que sólo mi papá tenía aunque últimamente ya no agarraba la pipa. Será porque la mami jodía y jodía, dejá de fumar che, ya te lo dijo el médico, siempre haciéndote el oídos sordos vos, acordate de la última vez que te dio el ataque. Pero él y yo no le dábamos ni cinco de bolilla. Será por eso que ahora no me quiere decir cuándo viene de nuevo mi papá, para vengarse la muy mala y perra, porque es seguro que de puro celosa ella le dijo andate y no vengás nunca más en la vida y él se enojó y no quiere venir y se va para otro lado, a otra casa, con otra señora y tiene hijos nuevos y yo...
Mi amigo el Juanchi también me dijo que no va a venir porque se murió y lo metieron adentro de un cajón para que se pudra bien podrido. ¿Qué será morirse? Debe ser que uno se va porque está podrido de escuchar todos los días dejá de fumar que te vas a morir. Pero él no puede hacerme eso de podrirse y no volver más sin decirme nada. El Juanchi es seguro que dice eso de puro envidioso que es, como cuando me regalaron la bici y él vino y me dijo te llevo y me subió atrás y se largó como loco por la avenida hasta que nos dimos un golpe que casi nos rompimos todos los huesos y la bici no me sirvió más.

Hace como una semana que se fue y lo anduve buscando para ver si se había escondido como cuando jugábamos, pero no aparece, no. Y eso que revisé todititos los lados, adentro del auto que está lleno de tierra, en el fondo, en la pieza pero cada vez que entro ella está llorando y llorando y me dice andate, no molestés más, andá a jugar con el Juanchi o por ahí. Si ella supiera lo que es el Juanchi. Pero sigo pensando ojalá me dijeran con números cuál va a ser el día en que va a volver. No me importa que sean cien o mil o todos los días que tiene el calendario que me trajo con los dibujos de los enanos y la luna, donde iba señalando, éste es tu cumpleaños, y éste, el de mamá; éste, el mío, y éste, el de tu hermana Miranda. A mí me gustaban los días colorados porque cuando llegaban él no se iba y me llevaba a su cama por más que ella se pusiera dele que dele a protestar. Y el más lindo era el colorado de mi cumpleaños porque ahí sí que jugábamos de punta a punta, de pura verdad y sin que nadie anduviera diciendo a la cama, ya basta. Yo pienso que a lo mejor vuelve el próximo colorado porque no puede ser cierto que se haya ido o eso de que se murió para siempre y se le pudrieron las manos y los ojos y la boca, entonces, ¿cómo va a fumar? Yo lo voy a esperar así de días, con su pipa que se le debe haber quedado olvidada aquí y cuando entre por esa puerta, la que está frente al sillón, yo voy a estar sentado, echando humo por la nariz y le voy a pegar una flor de trompada por irse sin saludarme.

Delia Beatriz (Clarita) González es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras, Magíster en Letras e Investigadora de la Universidad Nacional de San Juan.
Su tesis de Maestría aborda el tema de "LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL CONTEMPORÁNEO HISPANOAMERICANO EN TEXTOS DE JOSÉ DONOSO", autor chileno.
Ha obtenido los numerosos premios tanto en su producción lírica como narrativa. Es autora de las obras poéticas: Transparencias, Contra todo naufragio o terremoto, Para hechizarte mejor, de la Editorial de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, entre otras ediciones.
Es la mamá de Ansilta, Ismael y Santiago.




jueves, 5 de mayo de 2011

CAMBIO DE TÁCTICA -Cuento de Andrés De Cara-


            Durante los primeros días de marzo del año 628 (6 de la Hégira), fuertes temblores sacudieron las montañas Asir, en la región sur-occidental de Arabia. Aunque no hubo víctimas que lamentar, numerosas casas se desmoronaron en el poblado de Arab, hoy conocido como Abha. Los movimientos también se percibieron en Mecca, distante seiscientos kilómetros. Más al norte todavía, en Yathrib, hoy conocida como Medina, tres obreros que construían la mezquita de Quba se hirieron al caer de un andamio.
            Advertido, el profeta Muhammad, hoy conocido como Mahoma, cambió de táctica. Decidió que, en adelante, él haría el viaje a la montaña.



Andrés De Cara es abogado, funcionario judicial y profesor universitario. Ha publicado dos libros referidos a su profesión. En el plano literario, ha escrito una novela y alrededor de treinta cuentos. En 2008 obtuvo el 2º premio en el Certamen de Cuento Ciudad de Mendoza. Siete de sus cuentos han sido publicados en la antología correspondiente a dicho Certamen.